Los lavaderos públicos tuvieron su origen en épocas muy antiguas pero
fue durante el siglo XIX cuando la construcción de éstos fue más notoria, no
podemos olvidar que las labores del lavado se realizaban en la vera de los
ríos, arroyuelos, acequias y otras corrientes de agua en la que ésta era
abundante.
La creación de estos lavaderos supuso un avance importante para la
mujer a la hora de llevar a cabo el lavado de la ropa de la familia y del
hogar. Indudablemente no era igual estar arrodillada durante varias horas
junto a una acequia y a la intemperie, que hacerlo de
pie con las manos a un nivel próximo a la pila y al agua, en un recinto
cubierto.
Fachada del lavadero de Almaciles. |
En el Municipio de Puebla se construyeron (sobre todo en la primera
mitad del siglo XX) varios lavaderos al aire libre junto a fuentes y acequias:
Balsa nueva, Bugejar y Casa Vieja, entre otros. Hubo Incluso uno cubierto de
reducidas dimensiones en san Ginés, y otro en la finca del Barranquito. Pero éstos fueron para uso exclusivo de los dueños y empleados de dichas fincas.
No obstante, el único lavadero cubierto para uso público que existía en
este municipio era el de Almaciles.
Las tres pilas que conforman el lavadero. |
Origen y reconstrucción
Los primeros datos que disponemos sobre el lavadero de Almaciles
corresponden al año 1893. El 12 de marzo de ese año, en un pleno celebrado por
la Corporación Municipal de Puebla de Don Fadrique bajo la presidencia de su
alcalde don Sebastián Esteller Guijarro, el concejal y alcalde pedáneo de
Almaciles don Francisco Ortiz Castillo, haciendo uso de la palabra, expuso que
el antiguo lavadero público que existía en las inmediaciones del pueblo, en una
finca propiedad de don Calixto Rioja Robles, fue deteriorándose poco a poco
hasta el punto de desaparecer.
Este concejal hizo una propuesta a la corporación para que por los
medios legales, el lavadero fuera reconstruido o, en su caso, se hiciera otro
nuevo, surtiéndose de las mismas aguas que el anterior, puesto que
eran las sobrantes de las únicas aguas potables que tiene la localidad de
Almaciles.
Don Francisco Ortiz Castillo hizo hincapié en la necesidad que había en
el pueblo de recuperar dicho lavadero público, cuyo origen se remonta muy
probablemente a los años 1850-1860. La corporación deliberó sobre este asunto y
acordó hacer un estudio de la situación para presentarlo en la siguiente reunión.
Efectivamente, en el pleno celebrado a primeros de abril, los
concejales aprobaron la reconstrucción del lavadero con un presupuesto de
cuatrocientas noventa y ocho pesetas para realizar las obras que para este
menester fueron necesarias.
Así, el lavadero de Almaciles se reconstruyó en el otoño de 1893 y lo pagó de su bolsillo el mismo concejal don Francisco Ortiz
Castillo, siéndole abonada dicha cantidad por el ayuntamiento en diciembre de ese
mismo año.
Terminadas las obras, el lavadero quedó constituido en forma de planta
rectangular de 60 metros cuadrados con dos pilares o columnas centrales que
sostenían una techumbre o tejado a dos aguas con vigas de madera y sin paredes
laterales, albergando bajo dicho tejado dos pilas para el lavado propiamente
dicho y otra para enjuagar la ropa.
El agua del que se nutría este lavadero procedía, como ha quedado
dicho, del caño o fuente de agua potable que había, y aún sigue existiendo, en
la plaza de la Libertad y del que se surtían todos los vecinos.
El agua sobrante de esta fuente iba canalizada por tubería al pilar o
abrevadero donde daba servicio al numeroso censo de caballerías existentes y,
desde ahí, otra vez la sobrante se dirigía igualmente por tubería hacia el
lavadero que se encuentra ubicado unos treinta metros más abajo en la misma
calle Huéscar.
La escasez de agua que existía en Almaciles en aquella época ocasionaba
algunos conflictos entre una población cuyo número de habitantes iba en
aumento. Ante tal situación, el ayuntamiento de La Puebla llegó a un acuerdo en el año 1895 con el propietario del cortijo de la Umbría para que éste cediera un porcentaje
de agua del nacimiento allí existente para cubrir las necesidades que Almaciles
requería de este preciado bien, llegando al poco tiempo canalizada por medio de
una tubería de cerámica hasta el pilar o abrevadero donde el agua se vertía por
medio de un caño o tubo de acero.
Posteriores
remodelaciones
Fue a principio del año 1945 ante el sentir general del vecindario, debido a las bajas temperaturas que se producían en invierno que llegaba incluso
a congelarse el agua de las pilas, cuando el alcalde pedáneo don Eduardo
Gutiérrez García solicitó al ayuntamiento que se tapiara en su totalidad para
convertirlo en un recinto cerrado con una puerta de acceso.
De modo que, tras su aprobación por la corporación municipal, ese mismo
año se realizaron las obras de acondicionamiento del lavadero, con la
aportación de 1.500 pesetas por parte del ayuntamiento y los vecinos del pueblo
que contribuyeron con 50 pesetas por familia.
Posteriormente, ya en fechas recientes (2008) el ayuntamiento llevó a
cabo con la anterior corporación municipal la última reforma, y aunque en ella
se han modificado algunos elementos originales como los pilares que sostenían
la techumbre, que por otra parte también ha sido transformada, podemos decir
que gracia a ello este lavadero público que ha estado varias veces al borde de
la desaparición, se sigue conservando después de siglo y medio, como parte del patrimonio cultural de Almaciles.
Normas y
funcionamiento para su uso
Las normas para el funcionamiento y buen uso del «lavaor», como se dice
por aquí, estaban enmarcadas dentro de las tradiciones y costumbres que se
venían aplicando desde sus inicios; las mujeres del pueblo se
encargaban diariamente de la limpieza, con el fin de dejarlo preparado para el
día siguiente. Esta operación se realizaba por tandas o turnos de dos vecinas que cada tarde procedían a vaciar las pilas, fregarlas y taparlas de nuevo para que durante la noche se llenaran de agua y quedaran preparadas para el día siguiente. Se ayudaban con escobas y un gancho de hierro terminado a modo de barrena para realizar este trabajo.
Las tandas se iban sucediendo por todas y cada una de las calles del
vecindario hasta recorrer la totalidad de las casas del pueblo, excepto las que
estaban habitadas por personas mayores o incapacitadas, en cuyos casos se
pasaba el turno a la casa siguiente.
Llegado el momento de lavar, a algunas mujeres no se les hacía tarde,
pues antes del amanecer ya se encontraban en el «lavaor». Llegar temprano les
daba el privilegio de elegir el mejor sitio, a la vez de lavar y enjuagar la
ropa con las aguas limpias que contenían las pilas. Las menos madrugadoras, en
cambio, debían conformarse con el agua turbia y enjabonada que dejaban las
demás.
En invierno, debido a las bajas temperaturas, que en muchas ocasiones
descendían a varios grados bajo cero, se solían llevar un cubo con agua muy
caliente con el fin de ir introduciendo las manos de manera intermitente
mientras realizaban el lavado.
Aparte de su funcionalidad, los lavaderos eran lugares de encuentro y
relación social donde las mujeres hablaban sobre confidencias íntimas que la
sociedad se negaba a escuchar, también comentaban las noticias y
acontecimientos del pueblo a la vez que expresaban sus penas y alegrías, en
unos tiempos donde la escasez y la necesidad dejaban poco tiempo para el humor.
En el año 1977 se dotó al pueblo de alcantarillado y agua corriente,
esto hizo que el progreso tecnológico con los electrodomésticos se pudiera aplicar a las tareas domésticas. Lo que provocó que el lavadero cayera en desuso y quedara inhabilitado al poco tiempo, al igual que sucedió con el pilar o abrevadero en años anteriores.
Juan García Tristante
______________
Fuente: Archivo Municipal de Puebla D. Fadrique.
Lavadero de San Ginés (Puebla). (Foto cedida por Alejandro Marín). |
Juan García Tristante
______________
Fuente: Archivo Municipal de Puebla D. Fadrique.
No hay comentarios:
Publicar un comentario