Estos datos están recogidos del Archivo
Histórico del Ayuntamiento de Puebla de Don Fadrique, en donde hay escritas numerosas páginas de la historia de este Municipio y de sus gentes, entre ellas, los sucesos que se citan a continuación.
Es sabido que entre el año 1918 y 1919
se desató una pandemia de gripe en todo el mundo (conocida como Gripe Española)
que causo decenas de millones de muertos. Según estimaciones de la época, en
España hubo cerca de 8 millones de infectados con unas 300.000 personas
fallecidas.
El Municipio de Puebla de Don Fadrique, al igual que el resto de España, se vio
seriamente afectado por esta enfermedad infecciosa. Tal era el número de
contagiados que la Corporación Municipal reunida el 6 de octubre de 1918
solicitó al Gobierno Civil de la provincia, autorización para que la ermita de
la Soledad sirviera de forma provisional para albergar a los contagiados de
esta enfermedad, toda vez que las habitaciones del hospital -según la Junta de
Sanidad de La Puebla- resultaban insuficientes.
También se acordó nombrar un vigilante
en la acequia de Bugéjar con el fin de impedir que en dicha acequia se lavara
ningún tipo de ropa y efectos personales hasta nueva autorización, con el fin
de evitar la propagación de la gripe. Pues se tenía la noticia de que en varios
cortijos del campo existían personas contagiadas de esta enfermedad.
Ante la situación de catástrofe que se
estaba produciendo en España y en este municipio en particular, como medida
preventiva para evitar el contagio, la corporación municipal presidida por el
alcalde don Manuel de Lacruz Penalva tomo la decisión de suspender la feria que
debía de celebrarse entre los días 12 y 16 de octubre de ese año 1918.
Y por si esto no fuera suficiente, el
invierno de ese mismo año se mostró con una crudeza feroz. Los grandes fríos y
las continuas nevadas que se iban produciendo, hacían que los obreros no
pudieran dedicarse a realizar sus trabajos habituales en el campo o en la sierra,
lo que conllevó a que muchas familias empezaran a carecer de las primeras
necesidades.
Hasta tal punto llegó esta situación,
que el pleno del Ayuntamiento se tuvo que reunir en sesión urgente y
extraordinaria el día 2 de enero de 1919 acordando de forma unánime que se
pusieran a disposición de los panaderos de Puebla y Almaciles 540 kilogramos
de trigo para que elaboraran el pan que habría de repartirse equitativamente a
las familias necesitadas de las dos localidades.
La climatología
muchas veces benefactora y pacífica; otras agresora y violenta, dejó muestra de
esta última versión el 10 de junio de 1929. Ese mismo día por la tarde una
tormenta de agua y granizo descargo a lo largo y ancho del municipio. Sin lugar
a dudas, esta «nube» se convirtió en una de las más devastadoras que se han
conocido en la comarca. Pues no solo arrasó la inmensa mayoría de las cosechas
sino que se llevó por delante la vida de dos personas: dos hombres que fueron
arrastradas por las aguas falleciendo ahogados.
Ante la realidad presente, la
Corporación municipal presidida por el alcalde don Juan José Guijarro
González-Olivares se reunió una vez más en sesión extraordinaria el 14 de junio
para informar de las noticias que se iban recibiendo sobre los destrozos causados
por la tormenta que descargó el día 10.
Según manifiesta el alcalde, estas
noticias son en extremo desoladoras, pues independientemente de las dos
personas que han perdido la vida arrastradas por las aguas, y el gran número de
animales desaparecidos, la cosecha de cereales puede considerarse en su
totalidad perdida, quedando en una situación apurada para muchos labradores
que, careciendo de otra clase de bienes, solo esperaban recoger de sus tierras
el producto de su trabajo.
Así que, ante la magnitud de la
catástrofe y los efectos devastadores producidos, la Corporación recabó el
auxilio de la Diputación Provincial para todos los damnificados.
Durante esos días se celebraron en La
Puebla diversos actos religiosos, dirigidos especialmente a las Santas
Patronas, invocándoles la protección de estas tierras y de sus habitantes, ante la presencia de las
abundantes catástrofes y desastres naturales que se iban produciendo.
En la iglesia de Almaciles también se
realizaron actos análogos, entre ellos una novena ofrecida a S. Antón, patrón de
la localidad.
Juan García Tristante.
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